Hipótesis Evolutivas de Lamarck
¿Quién fue Lamarck?
La persona
que propuso lo que hoy conocemos como teoría de Lamarck fue Jean-Baptiste
de Lamarck, fue un naturalista francés nacido en el año 1744. En su época,
el estudio de los seres vivos era una disciplina totalmente distinta a lo que
es hoy en día la biología, y es por eso que en ella se sostenían ideas
relativas al funcionamiento de los procesos naturales en las que intervenía lo
divino, algo que resultaría escandaloso para los estándares científicos
actuales.
¿En qué consistía el lamarckismo?
Antes de que
el naturalista inglés Charles Darwin propusiera la teoría de
la evolución que cambiaría para siempre el mundo de la biología, la teoría de
Lamarck ya proponía una explicación acerca de cómo habían podido ir apareciendo
las diferentes formas de vida sin necesidad de recurrir a uno o varios dioses.
Su idea era
que si bien el origen de todas las formas de vida podía ser creado
espontáneamente (presumiblemente por obra directa de Dios) pero que, después de
esto, la evolución se iba produciendo como producto de un proceso mecánico
fruto de las propiedades físicas y químicas de la materia con la que están
formados los organismos y de su entorno.
La idea
básica de la teoría de Lamarck era la siguiente: el entorno cambia, las
formas de vida luchan por adaptarse continuamente a las nuevas exigencias de su
hábitat, estos esfuerzos modifican sus cuerpos físicamente, y estos cambios
físicos son heredados por la descendencia. Es decir, que la evolución que proponía
la teoría de Lamarck era un proceso que se sostiene en un concepto llamado herencia
de las características adquiridas: los padres transmiten a los hijos los
rasgos que adquieren a partir de cómo se relacionan con el entorno.
El ejemplo de las jirafas y Lamarck
En un primer
momento, un animal similar a un antílope ve cómo su entorno se vuelve cada vez
más seco, de modo que la hierba y los arbustos empiezan a escasear cada vez más
y necesita recurrir a alimentarse de las hojas de los árboles con mayor frecuencia.
Esto hace que estirar el cuello se transforme en uno de los hábitos
definitorios del día a día de la vida de algunos de los miembros de su especie.
Así, según la
teoría de Lamarck, los pseudo-antílopes que no luchan por acceder a las
hojas de los árboles estirando el cuello tienden a morirse dejando
poca o ninguna descendencia, mientras que los que estiran el cuello no solo
sobreviven ya que al tener el cuello estirado este se prolonga, sino que esta
característica física (el cuello más largo) es transmitida a su herencia.
De este
modo, con el paso del tiempo y de las generaciones, aparece una forma
de vida que antes no existía: la jirafa.
¿En qué falla la teoría de Lamarck?
Si la teoría
de Lamarck se considera un modelo desfasado es, en primer lugar, porque hoy se
sabe que los individuos tienen un margen de posibilidades limitado a la hora de
modificar su cuerpo con su uso. Por ejemplo, los cuellos no se alargan por el
simple hecho de estirarlo, y lo mismo pasa con las piernas, los brazos, etc.
Dicho de otro
modo, el hecho de utilizar mucho ciertas estrategias y partes del cuerpo no
hace que estas adapten su morfología para mejorar el cumplimiento de esta
función, salvo algunas excepciones.
El segundo
motivo por el que el lamarckismo falla es por sus asunciones acerca de la
herencia de las capacidades adquiridas. Aquellas modificaciones físicas que sí
dependen del uso de ciertos órganos, como por ejemplo el grado de musculación
de los brazos, no se transmiten a la descendencia, de manera
automática, ya que lo que hacemos no modifica el ADN de las células germinales
cuyos genes se transmiten durante la reproducción.
Aunque sí que se ha comprobado que algunas formas de vida
transmiten sus códigos genéticos a otras mediante un proceso conocido como transferencia
genética horizontal, esta forma de modificación del código genético no es la
misma que la descrita en la teoría de Lamarck (entre otras cosas porque en su
época no se conocía la existencia de los genes).
Además, recientemente se ha descubierto un tipo de genes cuya función es reiniciar
el epigenoma de las formas de vida que están siendo creadas en su fase de
zigoto, es decir, asegurarse de que no existan cambios adquiridos que
puedan ser heredados por la descendencia.
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